viernes, 27 de mayo de 2011

Enfadada con Bob Dylan por un mal recuerdo

Estos días que todo el mundo felicita a Bob Dylan por su 70 cumpleaños, tengo que confesaros que todavía estoy enfadada con el cantautor gruñón de Minessota. Sí, de acuerdo, lo reconozco como figura clave de la música de todos los tiempos. Sí, sé que muchos lo colocan a la altura de Elvis o Lennon por su imborrable influencia en la evolución posterior de las artes, y no lo discutiré. Incluso subrayaré que fue muy influyente en mis adorados Beatles, que su encuentro en agosto de 1964 les hizo madurar, que les obligó a trabajarse las letras y les dio un nuevo impulso que se nota en Rubber Soul. Sí, Blowing in the Wind o Like a Rolling Stone están entre las mejores canciones de todos los tiempos. Sí, sí, sí.





Sí, de adolescente le adoraba y me esforzaba sin mucho éxito por entender su inglés masticado. Sí, quizás no habrían existido Serrat o Sabina, o Víctor Jara o Silvio Rodríguez, sin Dylan. Sí, muchos de sus temas me emocionaron, me trasportaban al flower power, como este Changing of the Guards, que aquí versiona Patty Smith, como le han versionado tantas figuras de la música. Sí, sí, sí.




Pero estoy enfadada con Dylan. Lo estoy desde los días 14 y 15 de junio de 1989, cuando vino al Palacio de los Deportes de Madrid, entonces un infame velódromo nada preparado para la música (hoy un moderno recinto multifunción gracias a un oportuno incendio que obligó a reconstruirlo). Pagamos unas 5.000 pesetazas por barba de la época, para entonces un dineral (alguno no lo sabrá: son 30 euros de hoy más la inflación de dos décadas). Hemos encontrado este testimonio grabado de un aficionado, un poco cutrillo visto a ojos de hoy, pero que tiene mérito, porque entonces ni teníamos móviles ni minicámaras. Debajo intentamos incrustarlo, pero si no se abre pincha aquí:



Dylan apareció como siempre: ni un buenas tardes, ni un gracias, ni un gesto hacia su gente, ni una concesión. Estábamos advertidos de que él es así. Para colmo el sonido del Palacio fue lamentable: al fondo había una guerra de ecos y no se distinguía cuándo cantaba y cuándo tocaba la armónica. Así que si sus versiones de temas clásicos acostumbran a ser irreconocibles, aquel día lo fueron más aun. Y, otro borrón imperdonable para una jovencilla sin un duro como yo, el concierto no llegó a durar una hora, sin nada más que un breve bis. Mucho para los cinco talegazos pagados (sí, chavalillos, mil pelas eran un talego). Un par de webs nos recuerdan las 15 canciones del repertorio de aquella noche, que terminó con All along the watchover aunque no pudimos distinguirla. Nada que ver con los mejores tiempos de Dylan, como este concierto por Bangladesh con su amigote George Harrison en 1971 en el Madison Square Garden.



Quizás tuvo más culpa el deplorable recinto que el artista, del que ya sabíamos que no se entrega precisamente en directo. La cuestión es que recuerdo esa fecha como una de las grandes decepciones, si no la mayor, de mi vida de melómana (y mitómana). No debí ser la única porque (entonces Madrid era más salvaje) buena parte del público se enfadó como yo, se puso a lanzar botellas al escenario y, al final, se oyeron bastantes insultos al supuestos héroe de la noche. Y recordé en ese momento que el cantautor ya había recibido un abucheo histórico de su gente (aquí el vídeo, que no se deja incrustar) en 1965, cuando abandonó el canon folk y se pasó a la guitarra eléctrica. El tiempo le dio la razón frente a sus inflexibles seguidores. Siguió siendo una referencia mundial.
Desde entonces he visto a mi en tiempos idolatrado Dylan hacer muchas cosas llamativas, pero pocas memorables. No ha seguido lo que se espera de una estrella del rock: se convirtió al catolicismo, tocó para el Papa en El Vaticano, grabó un comercialísimo disco de villancicos en el que incluso versiona el tamborilero de Raphael... Su última polémica ha tratado sobre si aceptó censurar su repertorio para tocar en China evitando los temás políticamente inoportunos. Dylan ha hecho muchas cosas en la música, grandísimas y pequeñas, entre sus cientos de conciertos, 34 discos de estudio, 14 recopilatorios y 9 en vivo que ha publicado oficialmente.
¿Está desgástandose el mito? ¿Demasiado accesible? Dice Diego Manrique: "Mientras sus visitas al extranjero son tratadas como acontecimientos culturales, en su país se le puede encontrar en escenarios menos que prestigiosos: casinos de reservas indias, ferias del condado o -aunque los promotores sepan que no atraerá muchos estudiantes- recintos universitarios. Por pobres que sean los resultados, hay grandeza romántica en esa vocación itinerante".
Terminamos con otra gran versión, la de Gun'n Roses de Knocking on Heaven's Door. Sí, estoy enfadada con Dylan y no se me pasará. No habrá otro como él, con esa capacidad de hacer lo que da la real gana sin importarle que nos enfademos sus fans. Pero no puedo odiarle. Ese genio gruñón me ha dado mucho aunque tengamos que restar aquella pesadilla en el viejo Palacio.

3 comentarios:

  1. hola amiga. Si tienes por ahí la grabación (cutrilla, según dices) del concierto del 15 o 16 de junio de 1989 de bob dylan, me harías un enorme favor pasándomelo. Muchas gracias.

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  2. Por cierto, mi mail manfer@gmail.com. Un saludo.

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    1. Lo siento. En aquellos años no llevábamos teléfonos móviles ni camaritas. Saludos

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